Con uñas y dientes

11 Jul.09
Los resultados de las elecciones parlamentarias en la Argentina han resultado un tirón de orejas a los esposos Kirchner, quienes parecen dispuestos a quedarse en el poder por un buen tiempo.
Luego del susto original, la presidenta ha hecho unos ajustes en su gabinete que han resultado motivo de preocupación para los opositores, en especial a un sector del partido peronista que no ve con buenos ojos la forma en que se ha llevado el gobierno en los últimos años.
La Argentina ha estado muy próxima a ese movimiento pseudo socialista que se ha expandido por Latinoamérica y que ha tomado como bandera la Cuba de Fidel Castro, aunque el viejo líder tiene una participación relativa en el gobierno de la isla y tapoco ha de entender este remedo de sus ideas.
El modelo más bien es próximo al liderazgo de Hugo Chávez de Venezuela que no deja de ser un modo peculiar de socialísima, apoyado por la fuerte rentabilidad que le da ese país la producción de hidrocarburos.
La situación no deja de ser preocupante, porque la forma en que se maneja ese país, en especial dentro del campo económico, deja mucho que desear, aunque tendiendo la magnitud de recursos que posee, esas dificultades parecen poco perceptibles.
Antes que tratarse de una corriente política definida, lo que podemos ver en ese gobierno es un deseo por eternizarse en el poder, aunque con una perspectiva política poco definida, ni siquiera tiene la faceta indigenista que en otros países es mucho más evidente.
Lo actuado en Argentina o en Venezuela dista mucho de parecerse al modelo que ha impuesto en el Brasil el presidente Lula, en condiciones económicas más o menos parecidas a las venezolanas, donde ha buscado mas bien hacer buenas migas con los empresarios, que han terminado en buena parte por acomodarse al modelo que ha logrado mejorar la situación de la población y por lo menos ha disimulado su deseo de mantenerse en el poder con la posibilidad de aceptar un gobierno intermedio, que le permita retornar a la presidencia, luego de un período, para retomarlo por otros dos, siempre que la popularidad inicial no le impida hacer una modificación constitucional que le permita nuevas reelecciones.
Un capítulo a parte merece la situación de Chile, con el gobierno de la señora Bachelet, que mejor asesorada y con un país mejor organizado, sabe en qué dirección llevar las cosas y cuenta con un respaldo más fuerte.
Para el grupo de los países que podríamos considerar débiles, como El Salvador, Nicaragua, Ecuador y el nuestro, las cosas se ponen un poco más difíciles y lo acontecido en Honduras debería ser un motivo de reflexión.
La imposición de medidas constitucionales, como ha sucedido en nuestro país, puede en determinado momento crear dificultades, porque a pesar de autocalificarse de democráticos, estos gobiernos asumen, en su momento, posiciones que nada tiene que ver con esa forma de gobernar y más bien son posturas dictatoriales que deben ser vistas con más seriedad.
El caso del indigenismo que ha sido bandera de nuestro gobierno en el momento de su ascenso al poder, ahora se ve debilitado por la aparición de nuevas corrientes de la misma línea, sin tomar en cuenta además a otros que buscan mostrar un equilibrio aparentemente más democrático, como el planteado por el dirigente Manfred Reyes Villa que no solo ha sido el primero en postularse como candidato, sino que ha conseguido poner a su lado a una ex dirigentes masista que contaba con cierta simpatía y un líder indígena que luego de los atropellos de que fue víctima, puede conseguir simpatías, posiblemente más entre las personas de la oposición que de los parciales del gobierno, que ahora lo ven como alguien que ha renegado de su condición.
Lo que vemos como norma, en todos los casos, es el deseo de preparar el camino para aferrarse al poder con uñas y dientes, sin tener un para qué muy claro.

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