3 Jul.09
Desde hace ya un tiempo, no pasa un día sin que nos enteremos de las estadísticas que controlan las variaciones de la información en torno a la peste porcina, que después de haberse puesto de moda, ha ido cambiando de nombre para hacerse más potable. Quienes no aceptaron considerarse porcinos prefirieron que se trate de una influenza A, con características especiales y como están de moda las claves, ésta terminó llamándose H1N1.
La aparición de esta enfermedad y la fuerza con que se presentó, especialmente en México y en los Estados Unidos, fue motivo de preocupación de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud que se hizo cargo del problema, para bautizarla como una pandemia que había que controlar, para evitar su expansión.
A medida que la enfermedad fue transmitida a otros países, especialmente mediante viajeros que se trasladaban a otros países, poco a poco se presentó en todo lugar.
De esta manera llegó a otros países del continente y finalmente está en Bolivia, mediante viajeros que retornaban al país; luego los enfermos quefueron trasladándose a otros lugares.
La información internacional fue ampliando la larga lista al momento de hacernos conocer que varias personas ya habían muerto como consecuencia de la enfermedad, sin embargo, si ponemos atención en las personas más vulnerables, vemos que son personas que estaban aquejadas por otras enfermedades y que su muerte hubiera podido producirse por un resfrío, una infección intestinal o cualquier otra situación que hubiera podido complicar la situación crítica por la que atravesaban.
Nuestra preocupación se basa especialmente en la importancia que se ha dado a esa enfermedad, mientras hay otras que diezman la población boliviana desde hace mucho tiempo y a las cuales les prestamos poca o ninguna atención, basta con averiguar, por ejemplo, cuántos niños murieron en lo que va del año por infecciones intestinales (diarrea), contando sólo los casos de niños que llegaron a los hospitales; lo propio podría suceder si nos ponemos a buscar las estadísticas relacionadas con la tuberculosis que es otra de las enfermedades que diezman nuestro pueblo, desde antes del nacimiento del Estado.
La explotación de las minas, desde la colonia, ha dado lugar a que la tuberculosis se convierta en una enfermedad endémica que acabó con la vida de muchos ciudadanos. Las expectativas de vida de los trabajadores mineros siempre estuvieron por debajo del resto de los bolivianos, precisamente por la presencia de esta enfermedad, por la que poco o nada se hace para erradicar.
Recordemos que durante la colonia se trajo contingentes de personas del África para apoyar el trabajo de la minería, estas no pudieron adaptarse a las condiciones del clima inhóspito y tuvieron que ser reubicadas en actividades agrícolas, en lugares con condiciones más aceptables.
No queremos hablar de otras enfermedades que según la OMS han sido erradicadas del planeta y que no es raro que se presenten en nuestro país, con resultados nada alentadores.
Sería importante que la atención que se está dando al problema de la fiebre AH1N1 sirva también para atender otras situaciones más graves en nuestro medio, por ejemplo en el caso de asignación de ítems para médicos. Mientras los centros hospitalarios hacer esfuerzos para atender a los enfermos en situaciones limitadas, se debe buscar con la misma diligencia la contratación de médicos para llenar las necesidades.
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