6 Ago.09
Hace unos días, recodábamos cómo en 1809 los pueblos de esta parte del Alto Perú iniciaban una lucha plena de civismo para romper el vínculo que desde hacía algo más de 300 años, los había sometido a un poder explotador inmisericorde.
Fue el inicio que quince años de lucha ininterrumpida, que permitió a cada uno de los pueblos que irían a construir la nación boliviana, demostrar el valor y el patriotismo que finalmente coronarían sus esfuerzos.
En aquel momento, la vida del país lejos de encontrar una solución, inició más bien una larga lucha en pos de la libertad que le ha sido negada periódicamente, por la incapacidad o la codicia de sus gobernantes, o la rapacidad de sus vecinos.
Con mayor frecuencia aislados, los bolivianos sólo tuvieron oportunidad de unirse cuando la patria se encontraba en peligro, la batalla de Ingavi, la guerra del Pacífico, la campaña del Acre y la guerra del Chaco son hitos en los cuales los bolivianos de todas las latitudes fueron convocados para defender la soberanía de la patria y a pesar de la adversidad de los resultados, fueron capaces de demostrar al mundo sus virtudes cuando luchan unidos por un solo ideal.
La carencia de un espíritu catalizador dejo lugar a que sus vecinos la consideraran indefensa y aprovecharan en todas las oportunidades que se les prestaron para desmembrar su territorio y apropiarse de sus riquezas, en la mayor parte de los casos alentados por los intereses foráneos de terceros que aprovechaban las condiciones para logar su beneficio.
A los colonizadores españoles sucedieron empresas inglesas y norteamericanas que a su vez provocaron enfrentamientos con los vecinos, en busca de su propio beneficio, mientras los gobernantes, enceguecidos por la codicia o la soberbia, no vacilaron en secundar esas situaciones en contra de los intereses de la patria y sus compatriotas.
Hoy después de 184 años, las condiciones no son del todo diversas, la recordación encuentra a los bolivianos divididos por aspiraciones opuestas, con gobernantes sometidos a la influencia de falsos amigos, que no vacilan en aprovechar de nosotros y lo último que desean es vernos unidos y fortalecidos.
Los falsos miramientos del color de la piel, el lugar de origen, las creencias religiosas o las preferencias ideológicas y aun el sexo terminan por convertirse en los pretextos más utilizados para avivar las diferencias que nos debilitan y nos convierten en presa de intereses mezquinos.
El deseo de libertad que inspiró a los revolucionarios de 1809 y que parecía concretarse el 1825, con la declaración de la independencia, resulta todavía la base de una lucha que no termina, porque los bolivianos aún no pueden desprenderse de la polarización, producto de la segunda guerra mundial que dio lugar a la guerra fría, que enfrentó al mundo en dos partes.
Los ideales de un tercer mundo para los países no alineados se han convertido en instrumento fácil para aparentes nuevas potencias que encandilan a nuestros gobernantes.
Frente a esa realidad, se levanta como bandera de lucha el deseo de autonomía, tema que produjo una aparente división, sin embargo ha dado lugar a que hoy todos se llamen defensores de esa autonomía, pero que lamentablemente la entienden de acuerdo a la conveniencia personal, con el interés por aferrarse al poder, antes que a construir el futuro que aspiran todos los bolivianos y que se fortalece en esta fecha, en que el deseo ferviente de una patria fuerte, con ciudadanos libres, independientes y unidos, llena de fervor el corazón de todos los bolivianos de verdad.
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