27 Jul.09
Cuando se presentan críticas con relación a las políticas del gobierno, relacionadas con naciones que tienen otra orientación política o con empresas que están vinculadas con eses naciones, nuestras autoridades no tiene reparo en afirmar que esas actitudes corresponden a un acto de dignidad.
Fue precisamente por esa dignidad que el gobierno cuestionó a las empresas extranjeras que se encontraban realizando operaciones relacionadas con la explotación de los hidrocarburos y la situación no solo estuvo relacionada con la actividad de empresas europeas o norteamericanas, sino también de empresas latinoamericanas, de países que son considerados amigos, pero que en el momento de hacer negocios saben muy bien cómo tratar a los eventuales clientes.
Cuando la dignidad obligó a las autoridades a renegociar los contratos que habían sido suscritos como producto de la capitalización de las empresas petroleras, se abrió un dialogo que al parecer no fue comprendido en su verdadera dimensión y que terminó corriendo a los interlocutores.
En esas circunstancias se reabrió Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, con el mismo nombre pero con otra imagen. Lo más grave fue la decisión de prescindir de técnicos que puedan ayudar a manejar la institución, como había sucedido desde la nacionalización en 1937. Por otro lado, los sucesivos presidentes de la institución, si bien en la mayoría de los casos no eran especialistas en la materia, tuvieron la habilidad de estar bien asesorados.
En ese sentido, la situación actual deja mucho que desear con relación a las oportunidades anteriores y lo que es peor, lejos de manejar las cosas con honestidad, la administración de la empresa petrolera se caracteriza en la actualidad por la deshonestidad de sus administradores, cosa que no había sucedido sino en los gobiernos militares, que por el imperio de la fuerza y la irracionalidad, resultaron causando graves daño a la economía del país.
La situación actual resulta preocupante porque, lejos de los mil millones de dólares ofrecidos como utilidad, a tiempo de la llamada nacionalización, hoy nos hemos convertido en un país importador no sólo de diesel, sino de gasolina, gas licuado y otros productos de los que éramos exportadores.
La situación no se detiene ahí, el presidente de la empresa y su círculo de “asesores” (así entre comillas) se encuentran recluidos en la cárcel por graves daños a la economía de la empresa.
La dignidad nacional de la que hacemos alarde, nos ha llevado a incumplir los compromisos que teníamos con la venta de los hidrocarburos a nuestros vecinos, la apertura de nuevos mercados, que en algún momento llevó a la caída de un gobierno, ahora es imposible porque hemos dejado de tener qué vender.
Todavía es más, nuestros anteriores compradores han comenzado a producir en mayor cantidad o han logrado nuevos mercados. Será que la dignidad nos puede llevar a cerrarnos las puertas con nuestros clientes y lo que es más grave, a tener que pedir ayuda para producir los que hace menos de cinco años era nuestro principal productos de exportación y nos permitía los principales ingresos del presupuesto nacional.
Creemos que no todo esta perdido, que podemos reencauzar las cosas buscando asesorarnos con gente que conozca el tema, dejando fuera a los que denuncian irregularidades o confiando en personas que dan frecuentes muestras de incapacidad, pero que son defensores obsecuentes del gobierno, de lo contrario no podremos ir muy lejos.
Es hora de hacer serios ajustes para salvaguardar la dignidad nacional.
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